Sede Canónica

Iglesia Parroquial de San Dionisio. Es una magnifica muestra del mudéjar. Construida sobre una mezquita, de la cual no hay rastro, su titulación conmemora el día en que las tropas de Alfonso, el X de Castilla y León, entran definitivamente en Jerez. Se sitúa en uno de los viales más importantes de la ciudad, el que comunicaba la Puerta del Real con la de Santiago. En ella se dan la mano el mudéjar, renacimiento y neoclásico.
Iniciada a finales del siglo XIV, es obra fundamentalmente del XV y representa el modelo del templo parroquial andaluz donde se combinan elementos góticos junto con otros de tradición islámica y que lo configuran junto a San Lucas como el edificio más representativo de la arquitectura mudéjar jerezana, aunque alterado con transformaciones barrocas en el siglo XVIII. Recientemente ha sufrido una rehabilitación.

La iglesia fue construida en torno a 1457 en estilo gótico-mudéjar, definido en Sevilla sobre la década de 1360, siguiendo las directrices establecidas por aquellos maestros diocesanos, en los que se nota la huella de maestros alarifes locales. La parroquia bajo la advocación de San Dionisio fue establecida por Alfonso X El Sabio tras la reconquista definitiva de la ciudad en 1264, en el día de San Dionisio, futuro patrón de la ciudad. En el siglo XVIII experimentó una importante transformación en su interior, que adoptó aires barrocos. Bien de Interés Cultural (BIC), esta iglesia fue declarada Monumento Histórico-Artístico Nacional en 1964.

El exterior del templo muestra claramente el tipo mudéjar de la iglesia, con sus tres fachadas; dos de ellas con puertas de arco apuntado y el clásico abocinamiento. La de los pies, además, presenta al exterior un sencillo frente de muro acabado superiormente en pico en el centro, reflejo de la cubierta inclinada a dos aguas con que se remata el edificio, y que deja en el centro, sobre la portada de acceso, un sencillo rosetón circular igualmente abocinado. La fachada es de tipo basilical con hastial decorado por canes. De los tres ojos de buey, sólo el central es antiguo. Son muy bonitas las dos ventanas ciegas que junto a la portada abocinada y en un cuerpo saliente a dos aguas, le dan todo el carácter a esta parte del templo.

Se trata de una iglesia de planta basilical, dividida en tres naves por altos y limpios pilares cruciformes adornados con grandes lazos almohades que suben hasta los capiteles. Los arcos que separan las naves, menos los que dan al altar mayor, son apuntados y dentados, corriendo por encima de ellos una menuda cenefa polilobulada. Cada una de las naves termina en ábside, cubiertos por sendos retablos barrocos del siglo XVIII, siendo muy notable el Retablo Mayor, procedente casi todo él de la antigua iglesia de los jesuitas. Se sabe que entre 1728 y 1731 el arquitecto Diego Antonio Díaz la transforma y barroquiza en su interior, conservándose desde entonces pocas muestras del mudejarismo primitivo. Las obras afectaron a las cabeceras de las naves, y además se sustituyó su antiguo artesonado de madera por una cubierta abovedada. Tras el terremoto de Lisboa de 1755, se llevaron a cabo nuevas obras bajo la dirección del también arquitecto Pedro de Silva, entre 1758 y 1760, que afectaron a las cubiertas, pilares, trascoro y campanario, ejecutadas por el alarife jerezano Juan de Vargas.

El interior, de tres naves y ábside poligonal, resulta mucho más espacioso de lo que habíamos imaginado desde el exterior. Los dos primeros tramos de la cubierta son de piedra, estilo ojival, y el resto de madera; el artesonado es mudéjar; y hoy podemos contemplarlo gracias a la labor del Padre Luis Bellido. El se ocupó de la parte económica y de la artística, en la que era también experto.
El retablo mayor, auténtica joya rocalla, procede de la primitiva residencia de los jesuitas. Fue donado a esta iglesia por Carlos III.
En la nave de la Epístola son de gran valor arquitectónico las capillas del Bautismo y la del Cristo de la Aguas, con sus arcos de acceso polibulados enmarcados por alfiz, y sus bóvedas, también de tradición mudéjar. La imagen del Cristo de las Aguas, Cristo yacente, de un realismo muy acusado, fechada a finales del siglo XV, tiene una tradición de devoción popular. Podemos calificarlo de escuela española. En la capilla bautismal, acristianaron a D. Miguel Primo de Rivera.
Una reciente reforma ha repuesto el interesante artesonado de vigas de madera así como múltiples detalles y elementos en su sitio original, a la vez que han limpiado sus muros hasta aparecer su interior con la grandeza y el esplendor con que se ven hoy.

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